“Tengo el corazón contento lleno de alegría”

Seguramente recuerda esta estrofa del clásico de Palito Ortega… ¿no es cierto? Una descripción simple y, a la vez, muy exacta: la alegría lo invade todo con su sensación de bienestar.
Esta emoción feliz y optimista que puede ser provocada por un gran evento como el anuncio del nacimiento de un bebé o por algo tan sencillo como disfrutar de algo rico, tiene un gran impacto en nuestro organismo.
A nivel emocional, la alegría se experimenta con una variedad de formas: acompañada de euforia, de llanto o sencillamente con una profunda sensación de satisfacción.
A nivel científico se descubrió que la alegría comienza en nuestros neurotransmisores, pequeñas células químicas «mensajeras» que transmiten señales entre las neuronas y otras células del cuerpo. Esos neurotransmisores son responsables de los procesos y sentimientos en casi todos los aspectos del cuerpo, desde el flujo sanguíneo hasta la digestión, el enamoramiento, la tristeza o la sensación de hambre y cansancio.
Así, cada emoción que se siente afecta a nuestro cerebro y viceversa. Por ejemplo, el lóbulo frontal monitorea nuestro estado emocional, mientras que el tálamo participa en cómo se ejecutan las respuestas emocionales.
Sentimos alegría en nuestros cuerpos debido a la liberación de dopamina y serotonina, dos neurotransmisores cerebrales fuertemente asociadas con la felicidad. Entonces, cuando algo nos hace felices, el cerebro recibe la señal para liberar estos químicos en el sistema nervioso central causando reacciones en otros sistemas del organismo, por ejemplo, el sistema circulatorio.
Como consecuencia, la cara se sonroja, los latidos se aceleran. Esto se debe al efecto de la alegría en el sistema circulatorio. Comparte, como ya lo sabe por experiencia, estas expresiones con otras emociones como el miedo y la tristeza.
El sistema nervioso autónomo, responsable de todo lo que hace nuestro cuerpo sin esfuerzo consciente como respirar, digerir los alimentos y dilatar las pupilas, también se ve influido por los sentimientos de alegría y euforia. 
Por ejemplo, la respiración puede aumentar cuando estamos haciendo algo particularmente divertido (como subirse en una montaña rusa) o disminuir la velocidad cuando participamos en una actividad placentera más relajante (como caminar por el bosque).
Otros aspectos autónomos que pueden verse afectados por la alegría son la salivación, la sudoración, la temperatura corporal e incluso el metabolismo.
Cualquier tipo de excitación emocional también puede afectar a los músculos que se encuentran en las paredes de los órganos huecos (como el estómago, los intestinos y la vejiga). Estos músculos son responsables de funciones como el flujo sanguíneo y el movimiento de los alimentos a través del tracto digestivo, por lo que podría ser una razón por la que el apetito aumenta o disminuye cuando sentimos emociones positivas.

Beneficios de estar alegre
La alegría no garantiza la ausencia de enfermedades, según estudios científicos realizados a través de los años sí permite evitar muchas de ellas, especialmente aquellas generadas por las preocupaciones y el estrés. 
Además, otros beneficios de la alegría son:

  • Promueve un estilo de vida más saludable.
  • Mejora el sistema inmune.
  • Combate el estrés y el dolor gracias a las endorfinas que genera.
  • Aumenta la longevidad.
  • Brinda fortaleza para enfrentar la adversidad.
  • Favorece la empatía ante el dolor ajeno.
  • Ayuda a desarrollar paciencia y tolerancia para aceptar a los demás.
  • Propicia buenas relaciones.
  • Sirve para reconocer las bondades y beneficios de cada experiencia, incluso de los logros pequeños.
  • Minimiza el impacto de las experiencias negativas.
  • Combate la angustia, la depresión o el pesar.
  • Es indispensable para apreciar y disfrutar cada momento.

Ser alegre es una decisión de vida
Aunque muchos creen que se nace de tal o cual manera, las personas alegres lo son por decisión propia ya que para los expertos la alegría, más que un sentimiento o un estado de ánimo, es una elección; un estilo de vida.
Por supuesto que esta actitud frente a los avatares del día a día no exime a los alegres de los problemas ni les aleja las dificultades. La gran diferencia es que, alegría mediante, desarrollan un abanico más amplio de posibilidades para enfrentar la adversidad ya que tienen mayor percepción hacia las cosas buenas y adoptan una posición más positiva. En pocas palabras: deciden ser parte de la solución, no del problema.
Entonces… ¿se puede convertir la alegría en hábito? Sí, por supuesto. Para conseguirlo puede empezar por reconocer que todas las circunstancias o eventos de la vida tienen dos lados diametralmente opuestos: uno positivo y otro negativo. 
Aprender a reírse de las circunstancias adversas y buscar siempre las oportunidades que hay detrás de ellas es tan importante como evitar que la tristeza se apodere de su vida. Tal como reza el conocido refrán: “Es preferible reír que llorar”.

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